El último gesto

«Querido amigo:

¿Ud. no ve, pues, como todo lo que sucede es siempre un comienzo? ¡Y comenzar, en sí, es siempre tan hermoso!

Deje que la vida le acontezca. Créame, la vida tiene razón en todos los casos.

Somos solitarios. Tenemos que aceptar nuestra existencia tan ámpliamente como sea posible. Todo, aun lo inaudito, debe ser posible en ella, pues sólo quien está apercibido para todo, quien nada excluye, ni aún lo más enigmático, sentirá las relaciones con otro ser como algo vivo»

Rilke, «Cartas a un joven poeta»

La cinta de un film está formada por una serie de fotogramas que unidos secuencialmente dan la impresión de movimiento en el tiempo. Una película es una historia con un principio, un desarrollo y un final, y antes de que se proyecte en una pantalla cinematográfica, toda la historia está contenida en un rollo de celuloide en el que ha sido grabada. Esa historia tiene una coherencia a la que estamos acostumbrados, por ejemplo si en medio de un combate en el Coliseo romano sale un baile de claqué en blanco y negro, nos parecerá incoherente.

Llegados a determinadas secuencias de la proyección de nuestra película todos queremos cambiar de película y la del vecino suele parecernos mejor. A ese rollo de celuloide el Yoga le llama karma y querer dejar el dolor, y no el placer, que experimentamos al vivirlo es la común de las experiencias. El mismo Jesús disfrutó del vino en las bodas de Canaán y en la cruz le pidió al Padre de la vida que le librara del sufrimiento ¿Podemos detener esa proyección individual, quizás después de haber intentado cambiarla una y mil veces por otra que nos parece mas llevadera, o de adormecernos con distintas drogas para no vivirla? Sí, se puede, si nos detenemos en un gesto y lo amamos, y amarlo es aceptar lo que no por casualidad nos ha tocado vivir y poner nuestro mejor buen hacer y cariño en el papel que representamos.

Si circulamos en un automóvil a 100 Km/hora no podemos detenerlo de repente, a menos que lo estrellemos contra un muro, en cuyo caso ni nosotros ni el coche sobreviviríamos. Conviene detenerlo poco a poco a lo largo de 500 o 600 metros; detener suavemente, con perseverancia y atención en el presente el vehículo del Karma, el Yoga lo llama Dharma. Pongamos la atención en este momento ¡no hay otro! Lo demás son pensamientos de nuestra mente que crean el recuerdo de un pasado y la perspectiva de un futuro, hacerlo es salirse del tiempo y quedarse en la Conciencia del Espacio Presente ¿Y qué pasa con todo lo demás, obligaciones, trabajos y deberes? bueno lo demás será solucionado por añadidura si ponemos nuestra atención limpia y determinada en el momento presente. Dicho con otro lenguaje, nuestro Ser Esencial puede observar las formas de los pensamientos y las emociones escenificándose en el mundo a través del cuerpo. Antes es necesario disciplinarnos en ser Conscientes de que lo que pensamos y sentimos forme una unidad con lo que hacemos.

Integrándonos con nosotros mismos todos los gestos son el primero a la vez que el último y al serlo hacen que cada momento sea único.

Pasos hacia la libertad

Potencialmente todos somos iguales, pero no todos hemos actualizado en el presente esa potencialidad. Me explicaré con un ejemplo, dentro de la semilla de un abeto está la potencialidad de transformarse en un árbol de 30 metros de altura.

Imagina que llegas a un bosque de abetos a plantar una semilla de abeto, tanto la semilla como el árbol tienen la misma potencialidad pero, ni mucho menos, la han actualizado en el presente de la misma manera.

Los seres humanos tenemos cuerpos y rostros distintos, historias diferentes y pensamientos y emociones que varían, no son los mismos en ti que en mí. La semilla del potencial de Paz y Amor está dentro de todos nosotros pero no está manifestada de igual forma.

Continuando con el ejemplo del abeto, si quiero plantar la semilla del árbol conviene que elija un terreno bien abonado, sólido y con una tierra adecuada para que la semilla se manifieste en todo el potencial que contiene.

El terreno sobre el que queremos plantar la semilla de nuestra libertad para que se manifieste en toda su expansión es nuestro mundo emocional. Si el terreno está lleno de piedras de rabia, de lodos de culpas y tristezas y de profundos resentimientos, la semilla del Amor, que es la experiencia de la Libertad, no crecerá en él. Antes tendremos que limpiar y abonar la tierra.

La mayoría de las personas sienten todas esas emociones negativas pero no saben de dónde proceden. Simplemente las padecen. Y la respuesta más habitual que da nuestra sociedad es taparlas con comprimidos de antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos, etc. ¿Sabías que cerca del 40% de la población de ciudades como Madrid toma algún tipo de psicofármaco?

Conocer intelectualmente de dónde proceden nuestras emociones es un primer paso, pero no una solución. Debajo de nuestras intelectualizaciones están nuestros miedos, diferentes y variados, pero hay uno importante que los agrupa a todos, es el miedo al dolor, no me refiero al dolor físico sino al dolor del corazón. Un dolor físico puede curarse en unos días o meses, pero un profundo dolor del corazón puede no curarse en toda una vida.

Si lastimamos a un perro o un gato de una forma premeditada, ese animal intentará mordernos o arañarnos con rabia para sacarse el dolor de encima. En el mundo animal, del que también formamos parte, la rabia es una reacción natural ante el sentimiento de sentirse herido.

Cuando somos niños pequeños y nuestros padres –la mayoría de las veces inconscientemente– nos lastiman con sus comportamientos, sentimos esa rabia pero rara vez la expresamos por miedo a su reacción o por un sentimiento de culpa por el simple hecho de sentirla. Si nos la tragamos, esa rabia se transforma en un sentimiento mucho más destructivo: el resentimiento, es una emoción fría que se manifiesta como falta de ganas e interés en ver a esa persona, de distanciarse con pensamientos como «ya me olvidé… ya no me importa», y estamos hablando de nuestros padres. Me refiero a los padres que guardamos en nuestras memorias, aunque muchas de ellas las hayamos olvidado. Si en esos recuerdos hay resentimientos, son el principal impedimento hacia el Amor.

El problema es que esas historias emocionales antiguas, pero no resueltas, tienden a repetirse en la vida hacia las personas con las que tenemos lazos afectivos.

El curso Aprender a Ser Libres te ayuda a limpiar y abonar el terreno sobre el que plantar la semilla del Amor. Y como toda semilla, requiere cuidados los primeros tiempos, pero cuando el abeto ya tiene dos o tres metros de altura ya crece solo.

Crecer es un cambio y en la vida nos perdemos muchas alegrías por no querer cambiar.