Edades emocionales

Todos tenemos una edad cronológica que corresponde a nuestra fecha de nacimiento y, nuestro cuerpo físico puede representar o no esa edad. Hay personas de cuarenta años que físicamente pueden aparentar cincuenta, debido a su estructura genética o porque han llevado un tipo de vida con la que han maltratado sus cuerpos. En cambio otra de cuarenta años puede aparentar que está al principio de los treinta.

Es decir, no siempre nuestra edad cronológica es la misma que nuestra edad biológica.

En los Estados Unidos se realizó el siguiente experimento:

Se reunieron a cien personas mayores de setenta y cinco años y se les hizo un examen exhaustivo para saber cual era su edad biológica. Se analizaron sus parámetros sanguíneos, su flexibilidad muscular, se les hicieron pruebas de resistencia al esfuerzo etc. y se concluyó cual era la edad biológica de cada persona.Se construyó un pueblo artificial con todos los anuncios, modelos de coches, tipos de muebles y ropa de vestir exactamente como eran los Estados Unidos hace 50 años. Durante un año las cien personas vivieron en el pueblo, sin ningún régimen especial de comidas, deportes o cuidados médicos fuera de los habituales en aquella época.Al cabo de un año se volvieron a medir los parámetros biológicos que indicaban la edad biológica de la persona. Todos estos parámetros habían retrocedido entre un 20 y un 25%. ¡Todos habían rejuvenecido! Simplemente a través de todos los estímulos visuales, auditivos, alimenticios y de costumbres se les dijo: Sé como eras hace 50 años.

Esto demuestra que nuestra edad biológica puede retroceder en el tiempo, nuestra edad emocional puede variar todavía más.

Cuando nacemos somos totalmente dependientes de nuestros padres o de las personas encargadas de cuidarnos. No podemos comer solos, ni lavarnos, ni vestirnos ni tan siquiera caminar. Con su ayuda y cuidados vamos aprendiendo poco a poco durante la infancia, aprendemos un idioma, una serie de reglas sociales y valores, unos comunes a la sociedad en que nacemos y otras individuales relativas a cada familia.

Al llegar a la pubertad pasamos de la dependencia a la antidependencia en la que cuestionamos lo que nos enseñaron e inventamos palabras nuevas, ropa diferente y otros gestos. queremos ser de una manera diferente de la recibida; pero la rebeldía nos ata tanto como la sumisión.

«Tan atado está el carcelero que está atento a la cárcel para que el preso no escape, como éste que no puede salir».

El adolescente no suele sentir mucha fuerza para acometer esta tarea por eso se junta en grupos que alborotan, emplean palabras nuevas y gestos distintos. En grupo siente fuerza para manifestar su rebeldía.
Pasada esta etapa se entra en la independencia en la que uno puede ganarse la vida por sí mismo, elegir la casa donde quiere vivir, el trabajo que le gusta hacer y tener sus propias ideas y valores, construir su propia familia y reconocer en el esfuerzo que hace por sacarla adelante, el esfuerzo que hicieron sus padres para que se hiciera un hombre o una mujer independiente.
Este agradecimiento a nuestros antepasados nos abre las puertas a la interdependencia en la que nos damos cuenta que muchas personas juntas pueden hacer proyectos que no puede hacer uno solo, por ejemplo que una persona llegue a la Luna o que lleguemos a comunicarnos por medios técnicos impensables hace años, o a disfrutar con el ¡gol! que nuestro equipo acaba de marcar fruto de la buena coordinación del equipo.

Este desarrollo emocional sano, no siempre es así, ¿acaso ese hombre de 40 años, aún rebelde con ropas, costumbres y modales de un adolescente ha pasado emocionalmente de la edad adolescente?

Si la edad física puede estar o no sincronizada con la edad cronológica, la edad emocional todavía es mas fluctuante. Un niño puede tener una pataleta en un bar, pero ¿y si la persona tiene un berrinche con 30 años?, o quizás ¿controlamos socialmente esas manifestaciones pero continúan en nuestros pensamientos y emociones?

Si lo que hacemos coincide con lo que pensamos y sentimos eso nos conduce a la maduración emocional, por el contrario, si lo que hacemos no coincide con nuestros pensamientos y emociones eso nos mantiene inmaduros.