–!Despierte! !Levántese! y no se detenga hasta que no haya alcanzado la meta, y por favor, sea valiente!-
S. Vivekananda y Gurú Raj Ananda.
Si llenamos una olla con agua a punto de ebullición y arrojamos una rana dentro de ella, ésta saltará inmediatamente fuera del agua y apenas saldrá dañada. Si ponemos el agua a una temperatura adecuada en la que la rana se sienta cómoda y poco a poco vamos calentando el agua hasta alcanzar el punto de ebullición, la rana morirá hervida sin hacer nada para remediarlo.
Siéntese cómodamente delante de su televisor y mire las noticias que quieren ponerle, tan bien diseñadas para que la incomodidad que producen sea tolerable. Hace años pusieron las noticias de los robos del «hermano Juan», de Roldán, de Renfe y poco a poco empezó a calentarse el agua, grado a grado. Siguió Caja Madrid, la familia Pujol, la Junta de Andalucía, quizá notó cierta quemazón con la financiación del Partido Popular y un larguísimo etc que daría para escribir durante un mes solo con lo que se sabe y posiblemente, para una biblioteca similar a la de Alejandría con lo que no se sabe. Pero como estamos tan cómodos sentados delante de la caja boba – porque en bobos nos transforma- preferimos no levantarnos y hacer algo, mientras lentamente nos vamos asando como San Lorenzo, y si nuestro grado de masoquismo es insaciable pediremos que nos den la vuelta solicitando otro hervor. Claro que el Santo lo hacia para alcanzar el Cielo y nosotros solo por estúpida y ciega comodidad, y empleo estos adjetivos porque, mientras estamos distraídos, aquellos en los que confiamos nos meten la mano en el bolsillo para robarnos lo que nos ha costado ganar con el sudor de nuestra frente. Lo siguiente es el cementerio y se habrá acabado el problema, o eso parece, aunque no estamos seguros de que sea así.
Pero si con el primer robo público saltamos de nuestro asiento y apagamos la caja que en bobos nos ayuda a transformarnos, y hacemos algo, en lugar de consentir con nuestra pasividad que nos roben descaradamente, podremos salvar nuestra economía, y sobretodo nuestra dignidad porque con nuestra pasividad hemos consentido que así lo hagan, sabiendo que nos mienten descaradamente, negándonos que el agua es incolora, inodora e insípida y dándonos a beber aguas de letrina y lo que es peor, agradeciéndole al político de turno que nos la dé y no nos deje morir de sed. Los esclavos del imperio romano vivían mejor, repase la historia; eso si, ellos sabían que no eran libres y a nosotros nos han vendido que lo somos.
Que grato es creérselo ¿verdad? aunque sea mentira. Es posible que muchos quieran seguir creyéndoselo hasta que estén, como las ranas, completamente hervidos.