El pensamiento taoísta no es un pensamiento lineal como en occidente; es un pensamiento concéntrico que forma un entramado como una gran tela de araña donde todo está interconectado.

Ha terminado el verano y se inicia el recogimiento hacia el invierno. En un baile lleno de colores las hojas caen de los arboles. Es el tiempo de discriminar sabiamente lo que nos conviene conservar de lo que dejamos partir. En nuestro cuerpo es el intestino grueso el encargado de discriminar los restos de los nutrientes que aún pueden ser asimilados por nuestro cuerpo de las heces que dejamos salir de nuestro organismo. También el anhídrido carbónico es expulsado por los pulmones.

Discriminar lo que nos conviene de lo que no. Lo último que la energía que el otoño representa son nuestros instintos: la respiración, la alimentación y el instinto que, como a las plantas, nos orienta hacia la luz. Con ellos se conserva la vida. En momentos de perdida conviene dirigir nuestra atención hacia ellos.

A veces acumulamos tantas cosas innecesarias: objetos, relaciones ya sin sentido, recuerdos o formas de pensamiento envueltos en la nostalgia tan propia de esta estación. Como un afilado cuchillo la correcta y equilibrada discriminación del Otoño puede ayudarnos a dejarlos partir para, mas adelante, dar entrada a lo nuevo.