Vivimos sobre un planeta que gira sobre sí mismo en veinticuatro horas, generando el día y la noche. Ese giro produce en nosotros los ritmos del sueño y la vigilia. A su vez La Tierra gira alrededor del Sol en una órbita elíptica a lo largo de un año produciendo las cuatro estaciones. El solsticio de invierno, en el que las noches son mucho más largas que los días y el solsticio de verano donde ocurre lo contrario. En los equinoccios de primavera y de otoño las horas de luz y oscuridad están equilibradas con tendencia en primavera a ir aumentando las horas de luz y en el otoño, a medida que transcurre la estación, a aumentar las horas diarias de oscuridad.
A su vez, el sistema solar gira hacia el centro galáctico de la Vía Láctea en otro movimiento en espiral que hace que cada estación no sea exactamente igual que la anterior.
¿Cómo repercuten estos movimientos en los que transcurren nuestras vidas sobre nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestras mentes?
Todo esto lo estudian y practican las psicologías y medicinas orientales desde hace mas de ocho mil años y lo han estructurado en una ciencia que, sustancialmente, no se ha modificado a lo largo de ese periodo de tiempo.
Así como la fórmula del agua (H2O) es la misma tanto si el agua se presenta sólida en forma de hielo, líquida o en forma gaseosa; de igual manera nuestros cuerpos, emociones y pensamientos forman una unidad manifestándose en aspectos diferentes. Estas manifestaciones varían según las combinaciones de luz y oscuridad que se producen diariamente a lo largo de las cuatro estaciones.