No nos alimentamos sólo de comida, también, a través de Internet devoramos noticias, opiniones, artículos, formas de ver y de pensar la vida, ambientes psíquicos ya sean de alegría, de miedo, de preocupación o de tristeza. Todo ello va a nuestro estómago, eso nos enseñan las medicinas orientales con más de 8000 años de experiencia. La nuestra, la occidental, no ha llegado tan lejos, dado que apenas tiene unos pocos cientos de años.
Reflexionemos: acabamos de comer y nos dan una pésima noticia que hace que tengamos náuseas, nos produzca vómitos o se detenga nuestra digestión; una buena digestión implica masticar detenidamente la comida, saborear el alimento, o el artículo, entenderlo para asimilarlo e integrarlo en nuestro sistema físico y psíquico. Discernir lo qué es correcto para nosotros y dejar ir lo que no nos enriquece, alegra, nutre o nos conviene. Eso toma tiempo y discriminación inteligente.
¿Qué ocurriría si nos paseamos por una ciudad con millones de restaurantes para «comer» información y el 99% de ellos gratuitos? ¿Sabríamos seleccionar la buena comida para nosotros? ¿Le dedicaremos el tiempo necesario para digerir e integrar esas informaciones en nuestro sistema de conocimiento y experiencia de vida?¿Nos preguntaremos por qué es gratuito? o ¿saltaremos de este artículo a otro y otro más sin dedicarle el tiempo necesario para su digestión? Aparentemente es fácil, solo tenemos que seguir presionando suavemente con el dedo sobre esta pequeña pantalla para continuar devorando más y más información gratuita, indiscriminada ¿veraz? y lo que es peor, altamente adictiva ¿Puedes levantar el dedo, dejar el móvil y vivir la realidad y menos este espacio virtual? Muchos ya no pueden y menos nuestros jóvenes que han nacido con esta «cocaína» entre las manos.
Por supuesto que es una herramienta formidable, si somos inteligentes para utilizarla cuando la necesitamos y no para estar en sus manos y que nuestro tiempo sea inútilmente devorado por ella, como Saturno devoró a sus hijos.
Y nos devora con gran cantidad de información falsa, algunas joyas verdaderas y ¡la más peligrosa! la que está hecha de medias verdades. Como la soja hecha de genes de soja transgénica para tener menos gastos de cultivo. Y como eso, mucho más.
Antes, en las guerras, disparaban con balas y hoy se utilizan códigos de A.R.N. modificados. Y el arma más dañina es la utilización de los medios colectivos de información para hipnotizar a las masas y dirigir su atención hacia donde más convenga. Bajo hipnosis se puede creer y hacer cualquier cosa, como que los códigos genéticos modificados son curativos y buenos para la salud. El mejor medio para difundirlo está en nuestras manos dirigidas por el instrumento más sofisticado de la evolución, que es la herramienta de nuestras mentes, siempre produciendo pensamientos con los que nos identificamos.
¿Podemos detener la mente en su inagotable producción de ideas? ¿desidentificarnos de ella? ¿descansar y utilizar esa prodigiosa herramienta solo cuando a nosotros nos convenga y queramos? ¡No! para más del 90% de la humanidad no es posible, ni tan siquiera imaginable. No se imagina usted, el descanso que esa desidentificación supone y la Paz que trae consigo. Muchas veces es el dolor el que nos fuerza a esa desidentificación. En ello estamos, los signos de nuestra civilización actual, con sus mentiras, enfermedades, engaños, con su falta de dirección y sentido , con sus guerras disfrazadas de epidemias, con su incierto futuro, nos indican que Saturno se está dando, como nunca, un gran banquete de humanidad.
Los signos evidentes de indigestión, vómitos y diarreas nos muestran el final de una época pantagruélica, en la que el tiempo de vida que se nos ha dado termina con el consumo indiscriminado de todo lo que la idiotez humana puede devorar. Y es falto de inteligencia pensar que este móvil gratuito que tenemos en las manos no está transmitiendo información a un robot algorítmico sobre a quién llamamos, de qué hablamos, qué nos gusta comprar, en qué ciudades estamos y qué calles recorremos, de los innumerables circuitos de internet cuales seguimos, cuales son nuestras ideas políticas, de qué dinero disponemos, cuales son nuestras enfermedades, qué medicamentos utilizamos y de un larguísimo etc de cuya información total ni nosotros mismos somos conscientes. El robot algorítmico y sus propietarios si lo son. Con toda esa información no somos libres, somos predecibles y pueden «devorar» nuestra atención y nuestra vida, tal y como Francisco de Goya y Lucientes predijo en su pintura.
La frugalidad, la austeridad y la discriminación inteligente están llamando a la puerta. La historia te está obligando a mirar esa puerta. Como el avestruz puedes meter la cabeza debajo del ala y auto engañarte, creyendo que todo eso no existe.
Abre esa puerta y mira, te conviene hacerlo, te traerá Paz.