Las palabras son diferentes a las experiencias que nombran. Por ejemplo: si yo estoy comiendo con un amigo una excelente paella valenciana de mariscos, yo puedo decir que está buenísima y mi amigo responder –sí es verdad, está buenísima– pero sólo son palabras.
La experiencia íntima y personal que tengo yo del sabor del arroz y los mariscos es muy distinta de la experiencia que tiene mi amigo, nombrar esa experiencia con las mismas palabras creyendo que significan lo mismo es un error.
En nuestras experiencias estamos solos, lo cual no significa ni mucho menos una soledad física; podemos estar todo el día rodeados de cientos de personas con las que sanamente nos comunicamos, pero nuestras experiencias individuales son diferentes. Por lo tanto ya tenemos la soledad, el paso en nuestra evolución es reconocerla. De ahí los versos de San Juan de la Cruz:
" En soledad vivía, y en soledad a puesto ya su nido, Y en soledad le guía a solas su Querido, también en Soledad de amor herido".
El yoga empieza verdaderamente cuando reconocemos la experiencia de esta Soledad. Mientras tanto son diferentes técnicas preparatorias, más o menos largas que nos levan al reconocimiento de esta experiencia.