El otoño

Estamos en otoño, las hojas de los arboles empiezan a teñirse de colores: rojos, amarillos, naranjas enmarcados en los últimos verdes del verano. La sabia de los arboles está bajando hacia las raíces para pasar en ellas el invierno bajo tierra.

Nuestra vida que como la vida vegetal y animal, forma parte de este planeta, en esta estacón empezamos a recogernos e interiorizarnos, dejando caer el esplendor de nuestros veranos, para conservar aquello que es necesario para poder renacer en una nueva primavera, en nosotros mismos o a través de nuestros hijos.

Para seguir vivos, es imprescindible alimentarse y eliminar correctamente nuestros residuos. En otoño abundan los frutos que ha producido la tierra y que están llenos de minerales, vitaminas y múltiples nutrientes necesarios para la vida en nuestro organismo. Abundan las calabazas, los tomates, los higos, las manzanas, las peras y, en mi tierra, las uvas. Estos días estamos en medio de la vendimia.

Aconsejo alimentarse, un día a la semana, exclusivamente de fruta, solo de una clase, sin mezclarlas.

Pero no solo nos alimentamos de comida, también nos nutrimos de colores, de sonidos, de emociones y de sensaciones, y también lo mas importante: nos nutrimos de nuestra comunicación con nosotros mismos y con los demás seres humanos. el otoño es una estación excelente para dejar ir aquellas relaciones que nos perjudican y nos dañan e, incluso pueden llenarnos de toxicidad emocional como la tristeza o el miedo, para que nazcan otras relaciones mas nutritivas para nuestro corazón para que pueda llenarse, en una nueva primavera, de alegría y de paz.

Con la tristeza o la alegría respiramos -siendo conscientes o no- de un modo diferente, eliminando anhídrido carbónico e inspirando oxigeno. Por eso el otoño rige la respiración, expirando CO2 e inspirando oxigeno en una proporción armónica para nuestra salud.

La tráquea es como el tronco de un gran árbol que se divide en dos grandes ramas, que a su vez son la base de innumerables bronquiolos de las que salen millares de hojas llamadas alvéolos pulmonares. La antigua ciencia del Raja Yoga lo regulariza con múltiples técnicas de respiración llamadas Pranayamas. Todo esto no está separado, está sincronizado: si estamos tristes respiramos de una manera y nuestro cuerpo tiende a «caer como una hoja de otoño». Si estamos alegres respiramos a otro ritmo y caminamos derechos y erguidos.

El pulmón es el Rey que discrimina y ordena nuestra manera de respirar, así como nuestro intestino grueso también discrimina lo que es necesario eliminar por las heces de lo que conviene retener.

El otoño rige, con mas preferencia que otras estaciones, nuestra capacidad de discriminar, lo que nos conviene conservar de lo que es saludable eliminar en todos los ordenes de nuestra vida: alimenticio, emocional, lugares y personas con las que nos relacionamos y pensamientos tóxicos o nutritivos.

Para hacerlo correctamente la clave es el equilibrio en movimiento, como en el taichí. Si retenemos demasiado de lo que sea, por temor a que nos pueda faltar (aire, comida, dinero, creencias) vamos a tener una fisiología otoñal patológica. Lo mismo que si no retenemos nada de lo que es esencial para seguir viviendo. Ese vivir -y la vida es movimiento- es clave para la salud.

Y conservar las semillas para que todo renazca en primavera en el mismo u en otros arboles. En nosotros o en nuestros hijos. Las semillas de nuestra genética se conservan en otoño para poder seguir relacionándonos con la vida, eso también es esencial para la continuidad de la existencia.

Los arboles y los animales saben hacerlo porque están en armonía con la naturaleza. Nosotros, con la mala utilización de esa delicada fase evolutiva que se llama libre albedrio, quizás nos hemos separado de ella. Si es así, utilicemos sabiamente nuestra facultad otoñal de discriminación para recuperarlo..

Este es mi sincero deseo para todos el escribir estas líneas.

Evolución y experiencia

La evolución se produce aprendiendo a través de la experiencia.

Cuando tenía 3 años de edad, mi padre tenia una vieja radio de madera conectada por un cable a un enchufe de la red eléctrica.

Cuando radiaban algún cuento mi padre me llamaba: -¡Ramoncito ven pronto que empieza un cuento!

Yo acudía tan rápido como me permitían mis pequeñas piernas y me sentaba en el suelo, frente a la radio, a escucharlo. Después de escuchar unos cuantos empecé a intrigarme por donde venían los cuentos; con 3 añitos de inteligencia concluí que tenían que venir por el cable eléctrico que unía el cable con el enchufe. Ni corto ni perezoso me dispuse a meter los dedos por los agujeros del enchufe para «atrapar el cuento».

-¡Ten cuidado Ramoncito te va a doler, saca los dedos del enchufe!

Yo, ante la advertencia de mi padre, hice oídos sordos y metí los dedos en el enchufe dispuesto a atrapar el cuento y ¡Ayyyy! menos mal que en aquel entonces la corriente era de 125. Nunca volví a meter los dedos en un enchufe.

Mi padre no pudo enseñarme con palabras lo que era la experiencia del desagradable contacto con la electricidad. Tuve que aprenderlo por mi mismo.

¿Evolución y experiencia?

No nos vayamos más lejos: II guerra mundial, Hitler arrasa Europa, 6 millones de judíos incinerados. Millones de muertos en combate, hambre, ruina y desesperanza. Guerra civil española, cientos de miles de muertos, hambre, miedo, otra vez ruina y desesperanza. Ganadores y perdedores, aunque la verdad es que toda España perdió.

Hoy, Ucrania posible inició de la III guerra mundial, y seguimos metiendo los dedos en el enchufe, a pesar de que la historia nos advierte de lo que ocurre al hacerlo. Da igual, en esta tierra el ser humano solo aprende de la experiencia propia, no a través de la de los demás, ese segundo aprendizaje solo está reservado para genios avanzados, no solo de mente sino también de corazón. Son escasos.

Y el genio vive creando en el presente, absorto en él y, como un Dios, disfrutando de su creación. En ese estado ¿angélico? No hay tiempos pasados ni futuros en los que la vida pueda ser más feliz, lo es Ahora o nunca y el genio lo sabe, la muchedumbre no, por eso el genio se aísla en su creación.

La muchedumbre necesita vivir en carne propia las experiencias que otros le han contado.

«Y Eso que no puedes ni imaginar, Eso seré»

Es tan sencillo que da risa. Lo difícil es ser sencillo.

Seámoslo. Seamos conscientes del espacio que ocupan las distintas partes de nuestro cuerpo: entrecejo, ojos, nariz, boca, cuello, tórax, piernas y pies. Solo conscientes del espacio que ocupan. Si vienen pensamientos dejémoslos que pasen como nubes en el cielo y volvamos a ser conscientes del espacio. El tiempo desaparece porque el tiempo son nuestros incesantes pensamientos del pasado y del futuro. Solo seamos conscientes del espacio y Eso que los pensamientos no pueden ni imaginar, Eso seremos. Y es que ya lo somos, queramos o no, porque Eso es la realidad. Lo demás son ilusiones.

Maya y la realidad

La realidad

La realidad es que no soy yo como individuo el que tiene Conciencia, sino que es la Conciencia la que se manifiesta en innumerables formas, incluida la mía. Es como las múltiples olas del océano que parecen tener formas diferentes pero la realidad es que todas son distintas manifestaciones del mismo Océano y están compuestas por la misma agua.

Si nos identificamos y creemos que somos las formas de nuestros cuerpos y de nuestras mentes, entonces nos sentimos separados y diferentes de las otras formas que nos rodean, ya sean estas personas, animales u objetos. Entonces, en nuestras profundidades queremos volver a ser uno con Todo y ese deseo se distorsiona y multiplica  en muchos pequeños deseos, interminables y variados, que nos sacan de nuestro mundo interior y nos mueven a buscarlos en un supuesto mundo exterior en el que creemos y definimos con una  fe ciega, como la realidad. Entonces, bajo esa creencia hipnótica, tan antigua como la humanidad, comienza el espectáculo de Maya.

aprender a ser libres 2019

Pasando de Maya a la realidad

Fastuosas mansiones, viajes deslumbrantes, sexo, alimentos de capricho, los mejores trajes, todo tipo de máquinas increíbles, títulos, obras de arte, sutiles deleites, la lista es interminable porque Maya tiene siempre el poder de sacar de su chistera de maga algo nuevo y sorprendente con lo que estimular nuestros deseos. Nunca serán satisfechos, solo podrán darnos ratos de placer, y luego queremos más de lo mismo o de otras cosas. Y nos sumergimos en la rueda de la actividad, intentando sacar placer de las cosas o evitando el dolor de no tenerlas. 

El hecho de existir como un individuo separado constituye el problema. Si nos damos cuenta que la pequeña ola de nuestra individualidad es el Océano, que no tenemos que conseguir nada, que ya tenemos todo, entonces me convierto en el Presenciador del espectáculo y desde la Paz profunda del mar de mi interior, puedo ver que las innumerables olas de la superficie son el tentador baile de Maya al que puedo presenciar y entretenerme, sin dejar que el deseo de poseer sus innumerables disfraces me saque de mi realización de que ya estoy unido y fundido con todo el Océano y la Paz de sus profundidades.

Yo, la totalidad

Permanezco, convencido que «yo» soy un gran Yo, de que soy la totalidad, de que estoy sumergido en las profundidades de mi mismo en unión conmigo mismo. Y desde ahí vendrán bendiciones milagrosas a mi camino por la vida. Y también al tuyo porque somos el mismo Océano. Lo demás es la ilusión de Maya. Y ya no tendremos que buscar en ella la realización de nuestros deseos. Sus frutos vendrán a nosotros, cuando y dónde, sean necesarios. 

La actividad y el esfuerzo de la búsqueda ha terminado porque hemos encontrado lo que siempre estuvo con nosotros y jamás habíamos perdido. Solo hemos perdido la ilusión «mayica » de no tenerlo. 

Al perder la ilusión entramos en una experiencia que esta más allá de cualquier conocimiento. Las religiones han transformado la experiencia en conocimiento y con el han convertido las olas en catedrales, mezquitas, templos, púrpuras, liturgias, imperios económicos,  y jerarquías de olas de poder. 

Ese tiempo está terminando. Entramos en un tiempo nuevo.

«Aquello que crees que es real es irreal, y lo que crees irreal es la Realidad Verdadera»

Gururaj Ananda.